COMPETENCIA DESLEAL

El Sr. Horrillo regentaba uno de esos bares de toda la vida. Con su barra de aluminio, sus mesas de formica y sus desayunos a base de porras frias y café; a un precio normal, ya que aquel bar era un bar normal y corriente, como tantos otros en cualquier lugar. Y la vida del Sr. Horrillo también era una vida normal de un propietario de bar normal hasta que inauguraron frente a su establecimiento una de esas cafeterías pertenecientes a una cadena multinacional con precios más elevados y deficiente autoservicio.
Esos cabrones, como el Sr Horrillo los denominaba, le estaban amargando la existencia pues servia menos cafés, menos desayunos, menos bocadillos... pero claro, ¿qué podían hacer el y sus pinchos de tortilla frente a los desayunos para ejecutivos? ¿O sus bocatas de calamares frente al sandwich club? Y es que claro, su bar era un bar como otro cualquiera y ya se sabe que la gente es muy snob.
De nada le sirvió bajar los precios, organizar torneos de mus, ni cambiar el letrero de la entrada por uno fluorescente que, dicho sea de paso, de poco servía en un bar que sólo abría de día.
Pronto el Sr Horrillo comenzó a odiar al gerente de la cafetería. El tipo se fumaba el cigarro junto a la puerta y le sonreía, como si supiera que el estaría observándo. Incluso a veces cruzaba la acera para humillarle. Cuando le saludaba por las mañanas al abrir el negocio con un "¡Qué tal!" que en la mente de Sr Horrillo sonaba como un "¡Qué, pardillo... ¿como va el negocio?!"
Un día, el Sr Horrillo estaba lamentándose ante Jacinto; el único cliente fijo que a esas alturas frecuentaba el bar. Y sólo porque era un borracho y no le dejaban entrar en la cafetería de las narices. Jacinto estaba apoyado en la barra, medio culo se le salía del pantalón y estaba poseído por un hipo demoníaco, pero aún era capaz de entender lo que se le decía. Ante los lamentos del Sr Horrillo se bebió su copa de coñá y dijo sin tes ni erres: "¡Io dengo da sholución a dus pdoblemas!" Le intentó mirar fijamente a los ojos, bizqueó y continuó ¡Gonozco a un dío que es gafe, y gue puede amrgarle la e-essssistencia a gualguiera. Pod un pdecio, glaro!.
Los ojos del Sr Horrillo brillaron con maldad.
Al día siguiente el Sr Horrillo descolgó el teléfono. Marcó el número que le había dado Jacinto y en el momento que descolgaban, el café se le cayó encima. "íEste tío es fueno de verdad!" pensó. Y le contrató sin dudarlo.
El gafe se convirtió en cliente habitual de la cafetería. Y en sólo una semana se estropeó 2 veces la cafetera, la cañería de WC de caballeros reventó inhundando el local de aguas fecales y un apagón hizo que se estropease todo lo que había en las cámaras frigoríficas.
El Sr Horrillo se frotaba las manos viendo la cara del gerente de la cafetería; cínicamente le animaba diciéndole que la mala suerte no duraba para siempre, y que esto eran gajes del negocio, pero día a día todo funcionaba peor en la cafetería; al final sólo había un cliente. El gafe.
El gerente fue atropellado por un camión justo ante la puerta del local y un incendio acabó por no dejar apenas rastro del negocio.
Los clientes volvieron al bar del Sr Horrillo, que era incapaz de quitarse la sonrisa de la cara. Y todo volvió a ser normal, en aquel bar tan normal como otro cualquiera.