UNA LECCIÓN INOLVIDABLE

Hace muchos años, el profesor de ciencias naturales , Don Juan Manuel, también conocido por "El Chivo", me dio una de las mejores y mayores lecciones que recibí en el colegio; y no fue una lección sobre el origen de la vida, el sistema reproductor de los hongos ni nada de eso; fue una lección sobre la vida en sí, una de esas que también se aprenden a golpes en el patio a la hora del recreo y que no se olvidan jamás.
He de decir que era otra época; estábamos en plena transición y el ambiente estaba politizado y concienciado a más no poder, cosa hoy imposible; los sistemas de embrutecimiento de la sociedad capitalista neoliberal han cumplido su función de sobras, e incluso Don Juan Manuel ya no es la persona que solía ser.
Pues bien, la lección consistió en comenzar a castigarnos de forma completamente injusta y arbitraria, simplemente para comprobar si nos rebelaríamos o no, un hombre muy curioso Don JuanManuel; nos puso una ingente cantidad de ceros individuales y alguno que otro colectivo por motivos que a nosotros nos parecieron, además de injustos, increibles, ya que este profesor no utilizaba el miedo como arma pedagógica, si no la razón, la curiosidad y el cariño.
Así pues toda la clase entró en modo pánico; y como si fuéramos una sóla mente, nos callamos y humillamos esperando que el poder establecido dejase de machacarnos.
Ante este resultado en su experimento Don JuanManuel sólo pudo expresar decepción; supongo que esperaba que una clase de 40 golfantes se le echaría encima exigiendo un trato justo y digno; pero no, hicimos lo que hace el ser humano cuando se enfrenta a algo que él cree que detenta el poder; como los judíos del gueto de Varsovia, como cualquier pueblo bajo el poder de una minoría dictatorial; como cualquier trabajador frente a su patrón; nos callamos, agachamos la cabeza y esperamos a que pasase el chaparrón.
Ese día comprendí algo que me ha provocado bastantes problemas en mi vida posterior, tanto estudiantil como laboral, pero que a la vez me ha ayudado a respetarme a mi mismo como persona un poco más.
Nunca más me quedaría callado ante una injusticia.
El concepto de poder está dentro de nosotros; el poderoso lo es por la simple aceptación de ese status por los demás; y basta que los demás se lo nieguen.
El patrón sólo puede dominarte si te dejas llevar por el miedo a perder el empleo; pero un empleo no es nada; y es un gustazo ver sus caras cuando les haces saber que se pueden meter su trabajo precario por donde les quepa.